Conquistando a lord Wesley by Elizabeth Urian

Conquistando a lord Wesley by Elizabeth Urian

autor:Elizabeth Urian [Urian, Elizabeth]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2020-02-05T16:00:00+00:00


* * *

El supuesto ladrón entró en la casa tiempo después. Ya habían tratado con los otros dos niños, que también habían ido regresando poco a poco.

Cuando el tal Daniel lo reconoció, Wesley estaba preparado para salir corriendo detrás de él, pero su padre, que sabía de su naturaleza cobarde, le puso una mano en el hombro.

El joven se mostró resignado.

Pronto quedó claro que de verdad era un niño, incluso puede que más que sus hermanos menores.

—Lo lamento —dijo en una vocecita infantil que no casaba con la envergadura de su cuerpo—. Solo quería ayudar a mis padres. La carreta nos hubiera venido bien para transportar la mercancía al pueblo —confesó.

—Ya tenemos una —le dijo su padre.

—Pero cuando está cargada solo hay sitio para mamá y Seraphine. Pensé que con otra, los demás no tendríamos que ir al pueblo andando.

El señor Bouthillier pareció un tanto avergonzado por la confesión de su hijo; incluso su esposa enrojeció.

Wesley suspiró y se dijo que ser pobre creaba unas dificultades a las que él no debía enfrentarse cada día.

—Entiendo tus motivos, pero lo que hiciste sigue estando mal. Nos dejaste sin nada. —Y de ser así su vida, hubiera resultado una catástrofe.

Supo que no podía hacer nada más que regañarlo. El joven no parecía darse cuenta de la gravedad de la situación. Tenía noción del bien y del mal, aunque sesgada, por decirlo de alguna manera. Algo no iba bien en ese chico y sintió lástima porque tuvieran que lidiar con eso a diario.

Noelle intervino y le hizo prometer que no volvería a hacerlo, si bien un cruce de miradas entre ambos les dejó claro que no serviría de mucho.

Se acercó al fuego y se acuclilló junto a Noelle y Étienne, que jugaba con una piedrecita con Seraphine.

—Deberíamos irnos antes de que anochezca. Queda un buen trozo de camino y mejor que lo hagamos con luz diurna.

—¿Es necesario? —preguntó bajito.

A Wesley le supo mal tener que asentir. El calor los envolvía y costaba decidir salir.

—Debemos llegar a París cuanto antes.

Noelle soltó un tenue suspiro y deseó poder concederle su deseo. Cuando mostró su conformidad y se levantó, sintió que, esa admiración que había ido fraguándose desde que ella sacara el puñal de su bota en Minstrel Valley, aumentaba.

—Debemos marcharnos, Étienne.

—¿Marcharse? —intervino la señora de la granja—. Todavía no hemos podido compensarlos por el ro… lo de la carreta.

—Ya han hecho bastante. Nos han alimentado y permitido calentarnos —señaló Noelle con simpatía.

—Pero eso es lo que haríamos por cualquiera en sus mismas circunstancias. Debemos resarcir el daño. Gervais, di algo.

—Mi esposa tiene razón. Somos pobres. Sin embargo, aunque pueda parecer lo contrario, honrados.

—No lo dudo. —Wesley estaba seguro de ello—. Pero hemos recuperado la carreta intacta. Ya no nos deben nada.

—Señor…

—Catesby.

—Catesby, permítannos hacer eso por ustedes. Están cayendo lo primeros copos de nieve del invierno. No es muy frecuente y no creo que sea mucho, pero no son las mejores condiciones para viajar con su mujer y su hijo. No podemos ofrecerles gran lujo, aunque



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